Tras ganar el concurso Justo y Punch!, Claudia emprendió un viaje a Ecuador para conocer de primera mano diferentes proyectos de Comercio Justo. En este diario, nos invita a acompañarla en un recorrido lleno de descubrimientos y reflexiones sobre el Comercio Justo y la fuerza de sus comunidades.
Diario de viaje a Ecuador
13/07 – Inicio de la aventura
Todo comenzó cuando decidí participar en el concurso Justo y Punch! Valeee, lo confieso: la primera vez que vi el anuncio ni lo miré. Pero por suerte, volví a toparme con él y me decidí a participar. En ese entonces no imaginaba cuánto iba a cambiar mi manera de ver el mundo. Participé sin esperar lo que vendría después… ¡y gané! 💥
Ese premio me llevó a Ecuador, dentro del proyecto Jóvenes por el Comercio Justo, coordinado por IDEAS y PROYDE con el apoyo de la AECID, donde pude conocer de cerca comunidades, universidades y proyectos que ahora forman parte de mi memoria y de mi forma de entender el Comercio Justo.
14/07 – Llegada a Ecuador
¡Por fin llegaba el gran día! Era mi primer viaje tan largo y, aunque estaba súper emocionada, el vuelo se me hizo eterno. Lo mejor de todo fue conocer a las personas que iban a acompañarme en esta aventura. Desde el primer momento me di cuenta de que viajaba con un grupo increíble. 🥹
Al aterrizar, todo se veía distinto y los paisajes me dejaron sin palabras. Sentí que estaba a punto de vivir algo que me iba a marcar para siempre. Mientras nos trasladábamos del aeropuerto de Quito a Riobamba, no podía dejar de mirar por la ventana. Cada paisaje me recordaba que estaba allí para aprender, descubrir y conectar con personas y lugares que me iban a enseñar mucho.


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15/07 – Primer contacto: mujeres que inspiran
El día empezó con nervios y emoción a partes iguales. Nos recibieron en la sede de Maquita, en Riobamba, y allí conocimos de cerca todo el proyecto: cómo apoyaban a las comunidades, fomentaban la agricultura sostenible y, sobre todo, cómo empoderaban a las mujeres de la región. 💪
Tuve la suerte de conocer a la Red Mujeres Como la Luz (Achikshina Warmikuna), un grupo de mujeres indígenas que luchaban por sus derechos y participaban activamente en políticas públicas. Lo que más me impactó fue escuchar sus historias, los problemas que habían enfrentado a lo largo de su vida y los que aún enfrentaban. Fue un shock darme cuenta de la fuerza y resiliencia que había detrás de cada palabra.
Hicimos una dinámica de tejido que sirvió para conocerlas mejor y charlar sobre sus experiencias, sus proyectos y sueños. Después participamos en un ritual con fuego para dejar atrás todo lo que nos hacía sentir mal y reforzar nuestro empoderamiento femenino. La sensación de conexión, fuerza y sororidad que se creó en ese momento fue increíble; ver cómo se apoyaban y celebraban sus logros juntas me inspiró muchísimo.
Por la tarde visitamos algunos emprendimientos de mujeres del Chimborazo. Primero Tandalla Warmis, mujeres de varias generaciones que elaboraban yogures con leche y mashwa, un tubérculo local. Después, Sariv, donde producían bebidas de maíz negro y galletas de quinua. Lo que más me impactó no fueron solo los productos, sino el esfuerzo, el conocimiento ancestral y el respeto por la tierra que había detrás de cada paso de la producción. Al final del día me quedé con una sensación increíble. Había aprendido más en unas horas de lo que muchas veces aprendo en meses 🤯



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16/07 – Jóvenes y un canto a la quinua
El día empezó en la Universidad ESPOCH de Riobamba. Allí nos encontramos con estudiantes y docentes súper comprometidos con el Comercio Justo y el consumo responsable. Me flipó ver cómo, desde distintos proyectos, intentaban acercar estas ideas a lxs jóvenes y cómo valoraban el papel de las mujeres en sus comunidades. Tuvimos la oportunidad de conversar sobre mi experiencia con el concurso y de contar cómo pequeñas acciones del día a día podían tener un gran impacto, especialmente cuando apoyábamos a comunidades que trabajaban con ética y cuidado del medio ambiente. Me encantó ver el interés y las preguntas de lxs estudiantes; se notaba que querían entender cómo podían aportar su granito de arena. Fue un recordatorio brutal de que la educación podía ser una herramienta súper potente para cambiar las cosas y conectar a lxs jóvenes con causas que realmente importaban.
Más tarde conocimos una comunidad productora de quinua en Calancha. Allí descubrí algo mágico: mientras cosechaban, las mujeres entonaban un canto precioso que mostraba la conexión tan profunda que tenían con la tierra y entre ellas. Después compartimos una pambamesa, una comida comunitaria donde todxs ponían algo sobre la mesa, o mejor dicho, sobre la hierba. Nunca había probado algo tan simple y, al mismo tiempo, tan lleno de significado. Comer juntxs, compartir y agradecer por la comida, por el trabajo de cada unx y por la vida misma fue un momento que me llegó al corazón.
El día terminó de vuelta en la ESPOCH grabando el podcast Conectados sobre alianzas universitarias y juventud. ¿Quién me iba a decir que acabaría allí, haciendo un podcast a lo “La pija y la quinqui”? ¡Menuda experiencia! 🎙️



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17/07 – Mercado y quinua
Empezamos la mañana con otra visita a la ESPOCH, donde me tocó grabar una pequeña entrevista sobre mi campaña y cómo acercar el Comercio Justo a lxs jóvenes. La verdad es que me puse un poco nerviosa (no sirvo de influencer JAJAJA). Después nos fuimos al mercado de Guamote. ¡Menuda locura de colores, gente y olores! Las productoras que habíamos conocido los días anteriores tenían sus puestos llenos de hortalizas, semillas, quesos y trajes tradicionales. Ver cómo todo el trabajo de sus chakras y sus emprendimientos llegaba directamente a la gente fue impresionante. Me di cuenta de que, sin el Comercio Justo, muchas de estas comunidades estarían en más dificultades para salir adelante, y eso me hizo valorar todavía más cada producto que suelo comprar sin pensarlo demasiado.
La tarde fue uno de esos momentos que se te quedan grabados. Participamos en un ritual de agradecimiento con mujeres indígenas. Yo estaba allí pensando “¿qué hago yo aquí?” mientras intentaba seguir el ritmo y dejarme llevar. Fue un momento intenso, de reconexión con la naturaleza, con la sororidad y hasta conmigo misma. Por un instante sentí que todo lo negativo se iba con el humo del fuego y que lo positivo se quedaba con nosotrxs.
Más tarde descubrimos el proceso manual de la quinua: lavar, secar, descascarillar y moler. Era un trabajo duro y paciente que me hizo valorar todo lo que había detrás de cada paquete que vemos en el supermercado. Y para cerrar el día con risas y un poco de desconexión, tuvimos clase de bailoterapia. Juro que nunca pensé que terminaría moviéndome como loca en un gym de Ecuador con mis compis, pero esas risas hicieron que el día fuese aún más memorable. Ah, y mención honorífica al hornado: un plato delicioso. 😋



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Las aventuras de Claudia continúan en la próxima entrada, ¡no te lo pierdas! 👀
